Los que hayáis leído los anteriores capítulos de mi blog, sabréis bien
que la colonización americana en particular y mundial en general, es uno de los
temas que más me apasionan. Portugueses, Españoles, Ingleses, Franceses,
Holandeses … Todos estos pueblos dejaron su huella en el nuevo continente en
mayor o menor medida. No puedo negar que me tengo un poco de envidia a que
otros pueblos hayan triunfado más que el nuestro, pero leyendo el capítulo 3 de
este blog , es fácil comprender porque las que fueron sus colonias durante más
de 100 años, dominan actualmente el continente e incluso el mundo, y sin
embargo las que fueron nuestras colonias, no han alcanzado semejante nivel de desarrollo.
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En este capítulo voy a centrarme de manera más específica en las
diferencias que existieron en las formas de explotación de las tierras, y la
influencia que esto ha tenido en el desarrollo de ambos pueblos.
La idiosincrasia de nuestro pueblo no ha cambiado demasiado en los
últimos 500 años. Yo soy afortunado puesto que soy amigo del Rey, recibo un
trato de favor y consigo hacerme dueño de un extenso territorio. Otros que
viajen hacia el nuevo mundo que no tengan una elevada posición social, no optaran
ni remotamente a un trato similar. Estos otros trabajaran como asalariados en
las posesiones de los afortunados; pero no podrán emprender, luchar por su
propia tierra y desarrollarse plenamente. La corona entregaba las llamadas “caballerías”,
que equivalían a unas 700 hectáreas. Pero el terreno era desconocido y por
tanto los limites difusos. Y esto propicio que los propietarios acabaran multiplicando
sus extensiones, y su propiedad de 700 hectáreas pasara a una propiedad de
hasta 20000 hectáreas … Ahí es nada.
Y luego está la iglesia, que mediante aportaciones o donaciones, se convirtió en propietaria de gran
cantidad de tierras y mayorazgos.
Por otro
lado, la Corona vendía las tierras que abandonaban los indígenas al morir o
emigrar a otras provincias. Es decir, esas tierras pasaban a pertenecer a la
corona … cualquier razón le valía a la corona para “pellizcar” algún ingreso.
Sin
embargo, la situación en Norteamérica fue diferente. La agricultura
norteamericana llegó a basarse en una multitud de pequeñas propiedades o
granjas familiares con un muy pequeño porcentaje de renta de tierras.
Pensemos
que una familia de colonos tiene que sustentarse con 6 u 8 hectáreas, mientras
que un terrateniente dispone de cientos o miles de hectáreas. Indudablemente los
dueños de estas tierras de aproximadamente 6 hectáreas de extensión, harán un gran esfuerzo
para sacar el máximo rendimiento a estas 6 hectáreas, poder alimentar a la
familia y vender el excedente. Todo lo contrario ocurrirá en el caso del colono
que disponga de cientos o miles de hectáreas, el cual está sobrado de tierra.
Esta tendencia hay que multiplicarla por la cantidad de colonos existentes. Por
tanto, parece bastante evidente que se obtiene una productividad mayor
explotando la tierra de la manera que se hizo en la colonización
norteamericana, que en la colonización en Latinoamérica.
Además de
una repartición más justa de las tierras, y un modelo de explotación más
productivo, no hay que olvidar que el ciudadano anglosajón (y europeo del norte
en general) siempre ha sido más proclive a confiar en la ciencia y la
investigación. No se puede negar -aunque nos pese- que España y las que fueron
nuestras colonias, apenas han contribuido al desarrollo científico durante la
historia. Aplicado al asunto que nos ocupa, por ejemplo, agricultores como Jefferson ayudaron
a popularizar ideas con gran contenido científico pare impulsar y mejorar la
agricultura. Si , si, me refiero a Thomas Jefferson. Ese gran hombre que llego
a presidente, y que antes de serlo fue agricultor.
En definitiva, el desarrollo de la agricultura
supone aumento de productividad, que a su vez supone mayor prosperidad del
negocio. Los colonos norteamericanos dedicaron más tiempo y esfuerzos al
desarrollo de la agricultura basado en métodos científicos que los colonos
latinoamericanos. Los padres de la nación norteamericana ponían en práctica el
I+D allá por 1700.
Más
adelante, concretamente en la época de la guerra civil norteamericana, el
gobierno dictó la llamada Ley
de Heredades (1862), la cual estableció la política de tierra libre, y permitió
en definitiva el aumento de una sociedad de granjeros independientes. A grandes
rasgos, se continúa con un modelo de producción donde la tierra se reparte en
pequeñas parcelas.
La diferencia
existente en el desarrollo también tiene mucho que ver con el crecimiento
demográfico durante la época colonial, como ya mencione en el capitulo anterior
de este blog. Pero esta diferencia en el crecimiento demográfico también continuo
posteriormente (tras las independencias), puesto que como se puede apreciar en
las figuras 1 y 2, en el S- XIX fue mucho mayor en Norteamérica que en
Latinoamérica (tomo como ejemplo de Latinoamérica el caso de México):
Fig1: Crecimiento Demográfico México
Fig 2: Crecimiento Demográfico Estados Unidos
Se aprecia que en México, durante el S-XIX, la población se mantuvo
prácticamente constante. Solo a partir de 1880 se observa un ligero
crecimiento. Sin embargo, en Estados Unidos, el crecimiento es continuo desde
comienzos del siglo. Incremento de población supone incremento de capacidad
productiva
En fin, espero que haya sido capaz de transmitiros como veo yo este
asunto. En próximo capítulos y siguiendo con las diferencias en la explotación y
aprovechamiento de recursos entre Norteamérica y Latinoamérica, me gustaría
tratar las diferentes formas de regulación de la explotación minera de
Norteamérica y Latinoamérica, y las consecuencias que esto ha generado.
A modo de
introducción comentar que muchos estados y gobernantes latinoamericanos piensan
que la propiedad estatal comprende aquellos elementos constitutivos del
territorio con respecto a los cuales tiene un dominio eminente que le permite
el ejercicio de actos de soberanía tales como el suelo, subsuelo, mar territorial, espacio aéreo, entre otros. John
Locke, eminente pensador británico del siglo de las luces, y considerado Padre
del Liberalismo Clásico, opina que si una persona es dueño de un terreno, es dueño,
tanto de la superficie, como del subsuelo y del espacio aéreo que queda sobre
esa superficie.
Imagen 1: John Locke
Los desincentivos generados por estos
estados y gobernantes que piensan que el subsuelo siempre pertenece al estado, impidieron
que se desarrollaran ciertas actividades mineras en algunos países latinoamericanos.
Un claro ejemplo de esta situación ocurrió en la Argentina hacia fines del
siglo XIX con la extracción de petróleo (1)
Bibliografía:
(1)
La
propiedad del Subsuelo – Guillermo M Yeatts (1998)